Alto a la explotación infantil

¿Cuál es el efecto a mediano y largo plazo?

A corto y mediano plazo, aumenta el atraso y la deserción escolar porque el niño tiene otras prioridades. Asimismo, aumenta la posibilidad de enfermedad en los niños ya que están directamente expuestos a la contaminación y carecen de suficiente dinero para asistir a los centros de salud o acceder propiamente a la higiene. En cuanto al aspecto psicológico, sufren de baja autoestima debido a las burlas y discriminación, al sentimiento de sentirse ignorados. Hay una especie de barrera social muy difícil de romper.



Por otro lado, los niños están expuestos a violencia, drogas y el abuso sexual en las calles, especialmente los que trabajan hasta tarde en las noches. Esto también contribuye a la baja autoestima y al deterioro físico del niño, pues bajo ninguna circunstancia es el ambiente adecuado para el desarrollo y crecimiento de ningún niño. Eventualmente, puede llevar a la muerte prematura. 

Es cierto, también, que en el corto plazo los efectos dependen de cada individuo. Esto se debe a que, si bien algunos desean dejar el trabajo en las calles, otros lo toman como un pretexto para hacer de él un estilo de vida. Es una manera fácil de ganar dinero, ya que se estima que, en promedio, una persona que pide limosna en "Lima Moderna" gana S/.26 al día. 

A largo plazo, el problema persiste porque los niños no recibieron el recurso de la educación en su debido momento; por eso, no cuentan con las herramientas adecuadas para insertarse en la sociedad y salir adelante, encontrar un trabajo y una oportunidad. Si no se hace nada al respecto a esta situación, la sociedad solo termina por retroceder. Como dice la UNICEF, "el mundo no resolverá sus principales problemas mientras no aprenda a mejorar la protección e inversión en el desarrollo físico, mental y emocional de sus niños y niñas." 

¿Cómo reaccionamos ante ello?


A menudo con indiferencia o incomodidad. No sabemos qué decirle al niño que nos toca la ventana del carro para pedir una propina después de haber hecho piruetas y malabares, o cuando un niño intenta vendernos caramelos en el micro. Sentimos el deseo de ayudar pero no sabemos cómo. No queremos mostrarles que ese es el camino adecuado para obtener dinero pero tampoco tenemos el valor para decirles "no". No nos atrevemos a decirles que tienen derecho a crecer como cualquier otro niño, con un hogar cálido, un plato de comida caliente, un peluche para abrazar en las noches, y les damos dinero porque no queremos imaginar qué pasará cuando el apoderado le pida lo recaudado en el día y el niño responde "no hay nada". Así que optamos por el camino fácil: la indiferencia. Como diríamos crudamente: pagamos por no verlo.


Otra reacción también común en la sociedad es de rechazo hacia los niños de la calle. Esto se debe a la percepción de "pedir limosna" como una forma ociosa y fácil de ganar dinero, sin esfuerzo. Personas que sí cuentan con recursos económicos lo ven como si los mismos niños quisieran quedarse en esa situación sin buscar una alternativa para salir de ella.

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